sábado, 24 de agosto de 2013

RECUPERANDO LA ESPERANZA A VUELTA DE PEDAL.

Hay una generación afortunada. A los colombianos que tuvimos por azar nacer más o menos entre 1975 y 1981, nos tocó vivir la euforia desbordada del triunfo de Luis Herrera en la Vuelta a España de 1987, siendo todavía niños. Quienes cumplan ese requisito, recordarán los días felices de pedirse ser "Lucho" en los sprints de cuadra que se organizaban por doquier. 

Esta entrada está dedicada a todos los que compartimos la suerte de haber crecido durante la Época Dorada.


Luis "Lucho, El Jardinerito" Herrera al comando de dos escuadras de escarabajos en la Vuelta a España 1987.


En mayo de 1987, cada niño que montaba en bicicleta sabía quién era, o había escuchado el nombre del "Jardinerito" de Fusagasugá. El cuarto día del mes, la etapa 11 de esa cuadragésimo cuarta edición de la Vuelta a España, llegaría en alto a los Lagos de Covadonga. Una de las etapas míticas de la ronda ibérica. Herrera, que estaba en la carrera con el compromiso de no ser presionado para obtener buenos resultados, estaba teniendo una buena progresión. Cuando la carretera se empinaba, nadie podía con él en esa Vuelta.

Eso sucedía en la primavera fría de España. En Colombia las cosas eran muy diferentes. Y es que para entender lo que se vivió con el triunfo de Luis Alberto Herrera en territorio español, hay que situarse muy bien dentro del contexto en el que se recibía, a este lado del Atlántico, esa noticia feliz. No hay que ir muy lejos para entender el estado de las cosas en esta esquina de Sur América. Hay que devolver la cinta dos años.

1985, un año aciago para Colombia. En solo 8 días de noviembre, el país vivió la más horrible noche. El primer miércoles del mes, un comando armado del grupo guerrillero M-19, irrumpe a la fuerza en el Palacio de Justicia, sede del poder judicial, en pleno centro de Bogotá. Las siguientes 27 horas representaron un descenso al infierno para la moral de los colombianos.

Los primeros minutos de lo que se conoce como "La Toma del Palacio de Justicia". 1985.

Solo una semana después, la tragedia anunciada de la desaparición de una ciudad entera, en la que nadie creyó, se hizo realidad. Armero, la segunda ciudad en importancia del departamento del Tolima, fue borrada del mapa en segundos. Una avalancha de piedra y lodo, proveniente del deshielo de un casquete glaciar en el Volcán Nevado del Ruiz, recorrió varios kilómetros por el curso del río Lagunillas y, al encontrar el valle donde se ubicaba la población, se extendió, cubriendo la ciudad con varios metros de lo que prácticamente era hormigón. 25,000 personas murieron de un borrón. Las imágenes de lo que allí se vivió, le dieron varias veces la vuelta al mundo.

Sobrevivientes del lahar. Bajo el lodo, una ciudad de 50,000 habitantes. (foto: El Tiempo)

La nación recibía un golpe de gracia. Sin poderse recuperar aún del dantesco espectáculo de ver las altas cortes arder en llamas. Combates a sangre y fuego, con tanques de guerra incluidos, en pleno centro de la capital del país. Con el edificio aún humeante, la erupción de un volcán acaba con la vida de miles de personas. Todo, se vivió en vivo por televisión. La muerte recorre Colombia.

1987. El país busca recuperarse de la destrucción moral. Sin embargo pocas cosas consiguen devolverle la esperanza. Pasan los meses y las ruinas de la corte continúan en pie, como siniestro recordatorio de lo ocurrido. El erial gris de lo que antes fue una ciudad próspera, mancha la geografía con una cicatriz que aún hoy perdura. En los noticieros, las listas infinitas de sobrevivientes y fallecidos siembran el silencio en los hogares, muchos meses después de esa fatídica noche de la avalancha.

Llega la primavera europea. Los Escarabajos de nuevo emprenden el vuelo sobre el océano e invaden las carreteras de La Vecchia. Ese año en la Vuelta a España, dos equipos profesionales colombianos estaban en la lista de partida. El "Café de Colombia" y el "Postobón". Los dos tenían un objetivo común: Llevar a un colombiano al puesto más alto del podio en el Paseo de la Castellana, en Madrid.

Herrera no era favorito. Él mismo lo había querido así. Los medios se enfocaban en Laurent Fignon, en Pedro "Perico" Delgado, en Reimund Dietzen y Sean Kelly. Aunque el poderío escalador de Los Escarabajos ya era reconocido por el pelotón, no se consideraban una amenaza para la general de la ronda.

Aún así, la superioridad manifiesta del "Jardinerito"en las escaladas, comienza a dar frutos, y aún sin proponérselo, Lucho va subiendo posiciones en la general. Los dos equipos criollos trabajaban al unísono para favorecer a Herrera. Bajo esa dinámica, llega la undécima etapa. Los míticos Lagos de Covadonga recibirían una etapa dura de 179 kilómetros.


Resumen de los últimos kilómetros de la etapa 11 de la Vuelta a España de 1987.

Herrera, siempre ayudado de Argemiro "El Polaco" Bohorquez, fue seleccionando a los favoritos en la subida a Los Lagos y, cuando quedaban algo más de siete kilómetros, saltó del grupo en solitario, para llevarse la etapa y ubicarse en el primer puesto de la general. Lucho voló sobre la bicicleta.

Argemiro Bohorquez, el gregario de lujo de Herrera en La Vuelta de 1987.

Una vez primero, "El Jardinerito" consiguió mantenerse como líder en todas las etapas que restaban excepto una: la crono de la 18va fracción, en la que perdió la primera posición a manos del irlandés Sean Kelly, que había estado líder en las primeras de cambio. Sin embargo, en la carretera, el puesto de honor nunca dejó de ser para Herrera. Kelly abandonó La Vuelta al día siguiente de la contrarreloj, de manera que no volvió a lucir, en carrera, el jersey de la Caja Postal.

Mientras en la península se combatía a pedalazos, en Colombia la emoción crecía con los días. Las cadenas de televisión transmitían sin pausa el final de las carreras. La radio se llenaba, por seis u ocho horas, de voces pletóricas que transmitían desde motos, o desde la meta, cada detalle de lo que ocurría en la carretera. Las empresas paralizaban sus labores. Cada televisor era un oasis. Cientos de transeúntes se agolpaban en las vidrieras para ver a Lucho escalar y a los europeos sufrir, tratando de no dejarlo ir.

En los colegios, los niños escondían transistores para escuchar las etapas. Cuando el jubilo llegó a su máximo, nadie se preocupaba por otra cosa que por La Vuelta y por Lucho. En algunos casos, cientos de estudiantes eran reunidos en los comedores, para que pudieran ver la borrosa transmisión. Era un éxtasis. Era colectivo. Era gracias a un colombiano. La esperanza perdida, se recuperaba kilómetro a kilómetro.

Audio de la transmisión de RCN radio en Madrid. 15 de mayo de 1987.





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