La Cadenilla busca rendir homenaje al único juguete que no pasa de moda, ni pierde nunca el interés de su dueño. La bicicleta es tan vieja como la modernidad, pero su invención se la pelean desde el renacimiento. Como todas las cosas buenas, nadie se esperó que llegara tan lejos y sin embargo, quedan pocos lugares del mundo que no hayan visto una.
De pequeños, la navidad o el cumpleaños en el que recibimos de regalo una bicicleta, se grabó en la memoria como el rito de paso que nos quitaba de encima la carga de ser un bebé, para ser niños en todo uso y derecho.
Para quienes tuvimos la buena fortuna de crecer en pueblecitos tranquilos, en los que eran más importantes las bicicleterías que contar con mas de un par de estaciones de gasolina, la bicicleta representaba la libertad de poder ir más allá de los confines de la cuadra o la vereda. Se corría más riesgo caminando a la tienda que rodando en la bici.
La simplicidad de su funcionamiento. El placer elemental de trasladarse por el espacio con el viento en la cara. Si el cerebro funciona como una orquesta, con ritmos y armonías, rodar en bicicleta evoca esa profunda sensación con ritmo y cadencia.
Hoy la bicicleta es además, una declaración política. Ciudades como Boston, están acostumbradas a ver masas críticas de todos los tonos, apoderándose a diario de sus impecables calles. La guerra que se pierde cuerpo a cuerpo en esa batalla diaria que se da en el automóvil particular, se gana por default, cuando se va en bicicleta.
Es el medio de transporte urbano por excelencia. Es el juguete que nos transforma y que se transforma con nosotros. Es rendir reverencia a la simplicidad del movimiento. Será muy difícil encontrar una sola persona, iniciada en los placeres de las bielas, que no tenga buenos recuerdos montado en una bicicleta. Para todos ustedes, nace este blog.
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